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No fue magia

La Casa Rosada es una olla a presión: Alberto Fernández no quiere ver ni en figurita a Cristina Kirchner

Cristina Kirchner sigue siendo la jefa de Alberto Fernández.
Cristina Kirchner sigue siendo la jefa de Alberto Fernández.

En el PJ Nacional ubicado en la calle Mattheu, el próximo jueves Alberto Fernández lanzará la Mesa Electoral del Frente de Todos. Para muchos, la mesa nació muerta cuando Cristina y Máximo Kirchner anunciaron que no concurrirían. Una mesa que tuvo su certificado de defunción antes de nacer, ya que quien la convocó es poco más que un cadáver político. Pero, gracias a su incuestionable ADN radical, Alberto conserva algo que lo caracterizó a lo largo de toda su carrera: su capacidad de hacer daño al interior del espacio del que forma parte. En este caso, el Frente de Todos.

El balance es sencillo: una mesa electoral lanzada en el mes de febrero, a varios meses del cierre de listas, sin candidato presidencial preciso y en el contexto de cortocircuitos profundos dentro del Frente de Todos no augura un buen final. El presidente deja sembradas las dudas respecto de su postulación presidencial. Tal como sucede con Mauricio Macri, todos le piden definiciones para ordenar las internas, y ambos miran para otro lado. Como el tero, ponen los huevos en un lado y gritan en otro.

Pero en los últimos días Alberto ha emitido varias señales de que está decidido a presentarse y que está dispuesto a hacer volar al Frente de Todos por los aires si no consigue ese objetivo. Varias semanas atrás Cristina le indicó a Daniel Scioli que comenzara a armar su candidatura para el caso de que a Sergio Massa no le fuera bien en su gestión, para así tener articulada a la coalición para la cita electoral. Daniel aglutina y siente un temor irracional hacia la vicepresidenta. Cristina le propuso encabezar la lista de la derrota. Scioli cree que aún tiene chances.

Las dos jugadas de Alberto permiten entrever un panorama muy diferente. Lanzó una Mesa Electoral con poco impacto interno para impulsar su propia candidatura y aceleró la salida de Juan Manzur de la Jefatura de Gabinete. El escogido no será Daniel Scioli, tal como suponían quienes confiaban en que finalmente sería el candidato, sino Agustín Rossi. El nuevo jefe de ministros será el virtual jefe de la campaña electoral. La designación de Rossi es un veto tácito a la candidatura del Pichichi y una mojadura de oreja para el cristinismo. 

En este contexto de indefiniciones que rebotan en la economía, Sergio Massa, le pidió a Alberto Fernández que formalice su decisión cuanto antes y que habilite la competencia electoral interna. Necesita previsibilidad para tratar de encaminar un plan de acción para su ministerio, ahora que queda en claro que el índice de inflación no empezará en tres en ningún mes del presente año. 

La solicitud fue hecha en el marco de una reunión de intendentes de la primera y tercera sección electoral realizada el martes pasado en la quinta de Olivos. Ese mismo viernes,  Alberto apareció rodeado de intendentes en un asado que se realizó en el Complejo Cultural La Calle, en Berazategui, al que asistieron el ex intendente de Florencio Varela y actual diputado nacional Julio PereyraFernando Espinoza (La Matanza); Julio Zamora (Tigre); Alberto Descalzo (Ituzaingó); Carlos Ranil (Escobar); Blanca Cantero (Presidente Perón); Nicolás Mantegazza (San Vicente); Juan Patricio Mussi (Berazategui); Andrés Watson (Florencio Varela); Mario Secco (Ensenada) y Fabián Cagliardi (Berisso). Algunos fueron como aliados; otros, como informantes de la "jefa".

Mientras tanto, el cristinismo insiste en su veto a la mesa electoral, con el argumento de que "Primero tiene que arreglar las cuestiones internas. Hay que hablar, y solucionar lo que está pasando. No sabemos qué quieren hacer con esta mesa electoral." De este modo, no habría espacio para discutir sobre elecciones si no se trata simultáneamente sobre las políticas a implementar en el marco del proceso electoral.

Alberto cree que tiene el toro por las astas, ya que según la teoría ningún oficialismo podría ganar una reelección si cuestiona al presidente en funciones, sobre todo cuando está en condiciones de renovar su mandato. Una vez más, su única variable de análisis es la especulación y el voluntarismo. 

Pero la sociedad le sigue quedando muy lejos. A pesar de que sólo emite señales de rechazo que ya llegan al 90 por ciento de los argentinos, el presidente y su círculo de aduladores insisten en ignorarlas.

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