La Encuesta SEA CREA vuelve a mostrar algo evidente para cualquier productor, pero que el gobierno de Javier Milei se empeña en negar: la ganadería y la lechería argentinas avanzan por inercia productiva propia, mientras el Estado nacional reduce su presencia hasta volverse prácticamente irrelevante.
El informe celebra una “buena situación productiva”, aunque esa mejora no responde a políticas públicas, sino a esfuerzos individuales de empresas que trabajan en un país sin plan, sin previsión y sin protección ante riesgos climáticos o económicos.
Se menciona un aumento del 5,5 porciento en los vientres en servicio y una buena condición corporal de los rodeos, pero detrás de estos números se esconde algo más preocupante: los productores están expandiéndose en soledad, sin respaldo y en medio de una incertidumbre macroeconómica que el propio gobierno alimenta.
La contradicción es evidente: mientras los grupos CREA reportan abundancia forrajera en algunas zonas, otras regiones clave enfrentan anegamientos o sequía extrema, y el gobierno nacional simplemente mira para otro lado, fiel a su dogma de “no intervención”, aunque eso implique dejar a medio país a la deriva.
La expansión de vientres en Santa Fe Centro, Noroeste Argentino, Oeste Arenoso y otras regiones aparece como un “logro”, pero en realidad exhibe la falta absoluta de acompañamiento estatal: no hay infraestructura hídrica, no hay políticas territoriales, no hay programas de mitigación climática, solo productores improvisando frente al abandono.
Respecto al incremento de peso de los bovinos, el informe atribuye la tendencia a la depreciación del tipo de cambio y la mejora de precios de exportación. Pero celebrar esto es casi cínico: la competitividad basada en devaluación es la señal más clara de un país sin proyecto productivo.
El gobierno lo presenta como mérito propio cuando, en realidad, es consecuencia directa de un deterioro económico que Milei vende como “shock ordenador”. Es competitivo el que sobrevive, no el que prospera.
En la ganadería ovina, la situación es aún más reveladora. A pesar del leve aumento del stock, el sector sigue estrangulado por el abigeato y por jaurías de perros asilvestrados.
Problemas históricos que requieren políticas activas, pero que bajo el credo del “Estado mínimo” simplemente quedan librados a la buena suerte. La Patagonia, como de costumbre, queda fuera del radar del gobierno, salvo para discursos grandilocuentes que luego no se traducen en acción alguna.
Lechería, producción en alza, finanzas en caída, y un gobierno ausente:
El área lechera muestra la misma paradoja: buenas reservas forrajeras y expectativas productivas, pero un contexto económico que asfixia. Los precios reales caen, la deuda de corto plazo sube de 32 a 38 días de facturación y los días de cobro alcanzan el valor más alto de la serie.
Este deterioro financiero debería ser una alarma, pero la administración Milei se limita a repetir mantras sobre “disciplina fiscal” mientras deja a los tamberos en un escenario cada vez más inviable.
Que el gobierno elija ignorar estos signos no sorprende: ha reducido la política agropecuaria a slogans ideológicos, renunciando a cualquier rol activo en el sostenimiento de un sector que es clave para la economía. El resultado es un sector productivo que sigue avanzando porque no puede detenerse, no porque encuentre condiciones favorables creadas por la conducción nacional.
En síntesis, la Encuesta SEA CREA no confirma un “buen momento” del sector: confirma que la ganadería y la lechería se sostienen a pesar del Estado nacional, no gracias a él, y que la falta de políticas públicas bajo el gobierno de Milei no solo no impulsa al sector, sino que lo expone a riesgos que podrían haberse evitado con una gestión menos dogmática y más comprometida.
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