El kirchnerismo se sacó la careta y fue por todo: no arranca ninguna charla de “gobernabilidad” si antes no se firma el indulto a Cristina Kirchner. Así, de frente y sin anestesia.

Los senadores peronistas, con José Mayans, Juliana Di Tullio y Oscar Parrilli como voceros de lujo, le pusieron sobre la mesa a Victoria Villarruel la condición más obscena que podían ofrecer: la democracia para ustedes, la libertad para la condenada.

El argumento es siempre el mismo: Lula Da Silva salió de la cárcel, volvió y se convirtió en presidente de Brasil. Así que, ¿por qué no Cristina? La comparación es tan forzada como creer que el país necesita a Parrilli agitando la reelección de su jefa en 2027.

La idea es simple: si el prescindente Javier Milei se sigue pegando tiros en los pies, el “Comité Cristina Libre” puede capitalizar el derrumbe y volver al poder.

Pero el plan tiene un costo político altísimo. Mantener viva la cruzada “Cristina inocente” es carísimo en términos de movilización, gasto de energía y capacidad de desgaste.

Hasta los mismos gobernadores reconocen que es difícil seguir llenando la Plaza de Mayo para escuchar audios de la ex presidenta desde San José 1111. Por eso, el indulto aparece como el atajo perfecto: borrar con la lapicera lo que dictó la Justicia.

Si algo dejó claro el triunfo en la provincia de Buenos Aires es que se puede ganar sin poner su cara en los afiches. Igual, en el fondo sueñan con verla en la boleta de 2027.

El indulto no es solo un favor personal: es una llave para reordenar el poder. Lo saben los gobernadores, lo saben los senadores y lo sabe Cristina, que sigue moviendo las piezas como si fuera la dueña del tablero. Milei tendrá que decidir si compra el paquete “gobernabilidad más resurrección de Cristina” o si se anima a seguir gobernando con el Senado cruzado de brazos.