Otra vez, sin consenso y por decreto. Así definirá Javier Milei el nuevo monto del Salario Mínimo, Vital y Móvil, luego de fracasar la reunión del Consejo del Salario. El oficialismo volvió a mostrar su receta preferida: ningunear a los gremios, ignorar las mesas de diálogo y decretar lo que se le canta.

La cumbre que juntó a cámaras empresarias, las tres centrales sindicales y al Gobierno comenzó a las 10 de la mañana, pero duró menos que un café. El motivo, el de siempre: los empresarios no quieren pagar, los sindicatos piden que no se sigan licuando los ingresos, y el Gobierno, lejos de mediar, ya tenía listo el DNU.

Las centrales obreras llegaron con un reclamo claro: el salario mínimo perdió un 30 por ciento de poder adquisitivo desde que asumió Milei. La inflación del 4 por ciento mensual, el precio del dólar descontrolado y la licuadora prendida a todo lo que da, dejaron al SMVM como un chiste de mal gusto. Hoy no alcanza ni para cubrir la mitad de la canasta básica.

Y si el salario mínimo se hunde, todo lo que cuelga de él se arrastra: jubilaciones, asignaciones, el seguro de desempleo y hasta el mínimo no imponible de Ganancias. Pero en lugar de buscar una salida colectiva, el Presidente optó —una vez más— por gobernar con la lapicera y sin escuchar a nadie.

El último aumento lo impuso en diciembre, y desde entonces la escalada de precios fue voraz. Aun así, Milei y su ministra Sandra Pettovello insisten en decidir los ingresos de millones de trabajadores desde la comodidad del decreto. ¿El mercado lo arregla todo? Parece que los sueldos no entran en esa lógica.