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Recuerdos

Dos testimonios entre cientos de historias: la masacre de Avellaneda vivida desde adentro

Mariana Gerardi Davico y Pablo Solana se encontraron este viernes en el hall de la estación Darío y Maxi del ferrocarril Roca.
Mariana Gerardi Davico y Pablo Solana se encontraron este viernes en el hall de la estación Darío y Maxi del ferrocarril Roca.

Mariana Gerardi Davico y Pablo Solana se encontraron este viernes en el hall de la estación Darío y Maxi del ferrocarril Roca para repasar los veinte años de los asesinatos de Kosteki y Santillán durante la masacre de Avellaneda, una jornada de protesta que ambos vivieron desde adentro y que recuerdan al detalle, en particular la represión con balas de plomo que conmocionó al país, forzó a Eduardo Duhalde a adelantar las elecciones y dejó una marca en la memoria popular.

Veinte años atrás, Gerardi Davico y Solana tenían un rol activo en dos de los MTD (Movimientos de Trabajadores Desocupados) que integraban la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, el de Florencio Varela y el de Lanús. Por ese activismo habían conocido a Darío Santillán, quien -como Solana- formaba parte del MTD Lanús. Con Maximiliano Kosteki, del MTD Guernica, no tenían trato directo pero lo conocían por referencias de terceros.

Aquel miércoles 26 de junio de 2002, Solana y Gerardi Davico (o "La Negrita Mariana", como la llaman quienes la conocen) estuvieron entre los centenares de manifestantes que intentaron bloquear los accesos a la Capital Federal -en su caso, el Puente Pueyrredón- en reclamo de un aumento general de salarios, la duplicación del monto de los subsidios para desocupados y una mayor entrega de alimentos para comedores populares, entre otras demandas.

Esa tarde, cuando lo peor de la represión había terminado y los noticieros empezaban a hablar de dos muertos, Solana y "La Negrita" se encontraban en dos puntos algo distantes: frente a la comisaría 1° de Avellaneda y en la estación ferroviaria de Lanús, respectivamente.

Mientras Solana exigía a los uniformados saber quiénes eran los detenidos y en qué estado se encontraban, Gerardi Davico iniciaba el regreso a Florencio Varela para abrir el local del MTD, que había sido asignado como lugar de resguardo destinado a quienes no fueran de la zona.

Fue en ese momento que ambos se enteraron de los nombres de los militantes asesinados, sus compañeros.

Solana estaba junto a un grupo de manifestantes en el hall de la comisaría cuando recibió la noticia de que los dos muertos por heridas de arma de fuego que se hallaban en el Hospital Fiorito eran Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.

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